Ya fuera, en la plaza de los Sitios, nos detuvimos en la pieza escultórica dedicada precisamente a los dos asedios o sitios que tuvieron lugar en la ciudad entre 1808 y 1809 (de ahí el nombre de la plaza). Allí nos explicaron varias anécdotas sobre la resistencia popular y el enorme desastre en vidas y en infraestructuras que supuso la guerra, como la de la puerta sublime o las mujeres zaragozanas enfrentándose a las tropas francesas con sus bebés en brazos.

Completamos la mañana con la visita a la plaza España y las majas goyescas, la plaza del Pilar con la zona lateral de la basílica y sus cañonazos de las tropas napoleónicas, y el puente de Piedra, donde tras la capitulación con los franceses, asesinaron a Boggiero y Sas. Aprendimos sobre el urbanismo de la zona en época decimonónica; sobre la serie de grabados “los desastres de la guerra”, en la que Goya da testimonio de la crueldad de la/s guerra/s, de la desigualdad social de la época o de las supersticiones de los españoles a comienzos de siglo; conocimos el misterio sobre la cabeza desaparecida del cadáver de Goya (¿quizá estudiado por la frenología?); sobre el alcance de las epidemias (de tifus) a comienzos del siglo XIX, y sobre la triste y enorme fosa común que se encuentra cercana al puente de Santiago y la arboleda de Macanaz, y que con 55.000 muertos da cuenta de la tragedia de la guerra de la independencia en una ciudad con tan solo 45.000 habitantes.

Gracias a la excursión conocimos mejor la Zaragoza de comienzos del siglo XIX. Y es que, aunque nos la cuentan los libros de Historia (y nuestras profes), está ahí mismo, bajo nuestros pies, a plena vista, escondiendo secretos, anécdotas y claves para comprender el pasado y el presente.
Los cuartos se portaron…. ¡Fenomenal!