Un maravillo libro ilustrado: Canción de Navidad de Roberto Innocenti
Aprovechando la proximidad de las fiestas navideñas queremos recomendar la lectura de Canción de Navidad de Charles Dickens, concretamente la cuidada reedición de Kalandraka ilustrada por el italiano Roberto Innocenti, uno de los autores con mayor proyección internacional que en 2008 recibió el Premio Hans Christian Andersen (el denominado “Pequeño Premio Nobel” de la narrativa infantil).
La desgarradora y crítica pluma de Dickens encuentra un complemento perfecto en la documentada ambientación del Londres de la época victoriana (para la edición original en inglés, Innocenti se trasladó a la capital británica, aunque finalmente recurrió a fotografías y grabados antiguos). El resultado es una apabullante recreación de escenarios, ricos en detalles y descritos con sentido cinematográfico, donde el individuo ocupa un lugar insignificante.
Con esta recomendación no pretendemos hacer más atractiva la lectura de este clásico, valiosa por sí misma, sino poner en manos de nuestros jóvenes lectores una obra maestra de la ilustración disponible en la biblioteca Félix Romeo, entre otros títulos del autor italiano (Rosa Blanca, La historia de Erika o El último refugio).
La primera de las imágenes revela ya todo el talento narrativo y artístico del ilustrador y compone una estampa social en la que el viejo Scrooge ocupa el mismo lugar que truhanes y menesterosos. Así, con sentido minucioso, Innocenti representa una calle estrecha y sombría, cubierta por la nieve hollada. A un lado y en primer término vemos al protagonista con aspecto taciturno. Más retirados y en el lado opuesto, personajes marginales como el hombre que sostiene una botella o la vendedora de velas, con su hijo dormido en el regazo, mirando implorante al lector e involucrándolo en la escena. Frente al sórdido ambiente callejero, en un ángulo casi inapreciable, un mirador iluminado y festoneado anuncia la Navidad.
Otras imágenes recrean la vida cotidiana de la ciudad, en plena revolución industrial, así como todo el alborozo de los preparativos navideños. Contemplamos las vistas diurnas y nocturnas de la gran urbe, cuya detallada representación recuerdan la pintura flamenca, la población natal de Scrooge, que nos presenta el fantasma de las navidades pasadas, y una simple barriada, a orillas del mar, donde los muros de piedra tosca sustituyen al ladrillo y alojan a familias humildes reunidas en torno a la mesa..
En esta ilustración el paisaje se representa mediante un profundo picado (un recurso frecuente en la obra de Innocenti), su mirada se torna más tierna y concede, como en ninguna otra, protagonismo a la naturaleza, al representar de modo veraz la caída de la nieve en pequeños copos y el grueso manto, con delicadas ondulaciones, que forma sobre calles y tejados. Por otra parte, contrasta el confortable ambiente interior de las viviendas con la crudeza del invierno.
Asimismo se suceden diversas escenas en interiores; podemos contemplar el mísero y desvencijado apartamento de Scrooge, la pobre buhardilla en la que vive su empleado, el opulento salón de su sobrino o la guarida en la que se acumulan mercancías robadas, espacios poblados por personajes que componen un amplio abanico social. Un contrapunto a la algarabía navideña lo constituyen las escenas góticas, como la del protagonista observando su cuerpo amortajado, seguido del fantasma de las navidades futuras, que aparece ataviado con un hábito para subrayar la solemnidad y dramatismo de la situación, a la que contribuye una gama cromática sobria.
Cierra este conjunto de magníficas ilustraciones una ventana abierta que da continuidad a la historia y permite vislumbrar una pradera florida, en la que Scrooge y el pequeño Tim comparten sus vidas. Delante, sobre el escritorio, el manuscrito de Dickens, también abierto y con una ramita de acebo entre sus páginas, simboliza la vigencia de su mensaje.